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domingo, 19 de julio de 2020

  • Fragmentos de la Guía Galáctica. El renacer de la Carrera Espacial.

  • sábado, 1 de junio de 2019

  • La primera serie Marvel de Star Wars

    Hace mucho tiempo, allá por los lejanos años 70, Marvel Comics obtuvo los derechos para adaptar en viñetas una película titulada “Star Wars”. Roy Thomas- famoso guionista de títulos como “ Los Vengadores”, “Thor” o “Conan”, entre otros-  contactó con Lucasfilm y pudo convencerles de que Marvel era la mejor opción para trasladar al comic su historia galáctica.
    Fue una elección providencial para la editorial, en unos tiempos en los que el mercado del comic book estaba atravesando una notable crisis. El boom de los superhéroes de los sesenta había pasado, y la industria intentaba renovarse con nuevos géneros: fantasía heroica, ciencia ficción, artes marciales…..y adaptaciones cinematográficas.
    Reimpresión del primer nùmero de la serie.
     A este último campo pertenecía el comic de “Star Wars”.  Si la adaptación de la película obtenía éxito, Marvel no dudaba en continuarla con material propio, aprovechando el poseer sus derechos en ese momento. Y desde luego esta tuvo éxito; no había vendido tanto un comic desde la Edad de Oro de los años 40.
    Visto en perspectiva, la adaptación primigenia de “Star Wars” es un tebeo solvente, con ritmo y un grafismo por momentos interesante, pero que no pasa de la calidad de una obra de encargo. Roy Thomas hizo trabajos mejores; al igual que el dibujante Howard Chaykin, aunque algo de su personal dibujo aparece en las viñetas de “Star Wars”, muy inferiores a las de su “Cody Starbuck” o su “American Flag”.
    Ninguno de los dos autores guarda un especial recuerdo de la obra. Chaykin detesta que sea su comic más popular, por encima de otros  títulos por los que siente mayor aprecio. Además,  apenas recibió una pequeña bonificación económica por las espectaculares ventas, y ninguna por los beneficios de sus reediciones.
    Los Ocho Magníficos de Han Solo
    Thomas, por su parte, topó con el problema de como continuar la serie, tras terminar la traslación de la película. La mejor idea que tuvo fue que Han Solo y Chewbacca se embarcaran en una versión galáctica de los Siete Magníficos, acompañados por personajes tan estrafalarios como Jaxxon, un gigantesco conejo verde, o Don Wan Kihote, una suerte de Don Quijote que en vez de creerse caballero andante imaginaba ser un autentico jedi, con espada de luz incluida.
    Incómodo con la serie, Roy le comentó a Archie Goodwin, el editor en jefe de Marvel, su deseo de abandonarla. Goodwin también era guionista, y estaba fascinado con la película de George Lucas, así que aprovechó su posición en la estructura de Marvel para hacerse con el puesto. Eso sucedió en el número 11, y con Goodwin desembarcó un nuevo dibujante: Carmine Infantino.
    A primera vista, la opción de Infantino era perfecta para “Star Wars”. Infantino había sido uno de los grandes del comic book; a la altura de Jack Kirby, Steve Ditko o Neal Adams. En los años 50 relanzó en DC  al personaje de Flash, el Relámpago Humano; y en los 60 hizo lo mismo con Batman. También había dibujado con éxito tebeos de ciencia ficción como “Adam Strange”.
    Pero todo eso era cosa del pasado. Ahora el estilo de Infantino había perdido pulso y se había vuelto más feista y rígido. Sus personajes resultaban poco estilizados, con amplias caras, y guardaban escaso parecido con sus contrapartidas cinematográficas. A ello había que añadir que Carmine tenía que producir una gran cantidad de páginas al mes, dibujando varias series simultáneamente, lo que se traducía en dibujos de fondos poco elaborados, viñetas ocupadas por primeros planos y demás trucos para aumentar el ritmo de producción. Aún así, la narrativa visual de Infantino seguía siendo clara y diáfana, con lo que los tebeos eran fáciles de leer. Si a esto añadimos que la fiebre “Star Wars” estaba en uno de sus puntos álgidos, no puede extrañar a nadie el éxito del tebeo, que vendía a finales de los setenta como “Spiderman” y los entonces novedosos “X-Men” de Claremont y Byrne.
    Goodwing e Infantino se mantuvieron en la serie hasta aproximadamente el número 50, cronológicamente un poco posterior a la película del “Imperio Contraataca”. Fueron sustituidos por David Micheline y Walter Simonson, que supusieron en una notable mejoría.
    El espectacular dibujo de Walter Simonson.

    Simonson es un autor detallista, que cuida los fondos y que siempre ha sido un gran aficionado a la ciencia ficción. Su paso por títulos como “Thor”, “Battlestar Galactica” o “Starslammers”-este último de creación propia- dan buena fe de ello. A su lado, Micheline era un guionista eficaz, como atestiguan sus largas etapas en “Iron Man” o “Spiderman”. Indudablemente esta puede considerarse la mejor etapa de la serie, pese a que el entintado de Tom Palmer quitaba algo de personalidad y fuerza  a los dibujos de Simonson.
    Pero con el tiempo Simonson abandonó la serie, y poco después Micheline; siendo sustituidos por Mary Jo Duffy en el guión, y Ron Frenz en el dibujo. Frenz no es un dibujante tan bueno como Simonson, pero las marcadas tintas de Palmer hicieron que la transición entre ambos no resultara demasiado brusca. Durante esta etapa, se produjo el estreno de “El Retorno del Jedi”, que, al contrario que sus predecesoras, no fue adaptada en la serie regular de Marvel, sino en unos números prestigio aparte, que podrían insertarse entre el 80 y 81 de esta última.
    Los zeltrones
    Concluida la saga cinematográfica, Marvel debió empezar a perder interés en la serie. Ron Frenz fue sustituido por la dibujante Cynthia Martin, por lo que el guion y el dibujo de “Star Wars” estuvieron ambos ahora en manos de mujeres. Martin fue una de las dibujantes pioneras en el mundo del comic americano, y posee un estilo dinámico y con un cierto aire manga, pero quizás no demasiado apropiado para esta serie. A eso hay que añadir que su dibujo estaba muy influido por la estética ochentera, especialmente en el aspecto de razas como los zeltrones.
    Con estas autoras el comic de “Star Wars” llegó a su final en el número 107, en el año 1986. Las malas lenguas dicen que a George Lucas no le hacía gracia que en el tebeo de Marvel se contasen historias posteriores a “El Retorno del Jedi”; pero lo cierto es que la fiebre “Star Wars” había remitido -un poco- tras la conclusión de la trilogía original, lo que debió reflejarse en las ventas. Sea como fuere, aquí terminó la serie. Pasarían décadas antes de que Marvel volviera a publicar nuevos tebeos de la saga galáctica por excelencia, ya bajo la égida de la todopoderosa Disney.

  • sábado, 19 de enero de 2019

  • Fugándose de un mundo manchado.

    Hace 50 años la perspectiva de la carrera espacial era muy diferente. El Apolo 11 acababa de aterrizar en la Luna sólo 8 años después de que el primer hombre llegase al espacio, y 12 desde que el  Sputnik I fuera puesto en órbita. Con esta progresión,  el resto de planetas del Sistema Solar podrían visitarse en unas pocas décadas a lo sumo. El universo parecía estar al alcance de la mano. Entonces, ¿Qué sucedió? ¿Por qué seguimos confinados en este pequeño planeta?
    Es difícil saberlo; pero hay pistas. Una ley no escrita dice que toda nueva tecnología pasa por una primera fase de expansión explosiva, una segunda de crisis, y una tercera de crecimiento más moderado. Así sucedió con los ferrocarriles en el siglo XIX; y también con las empresas punto com a finales del pasado siglo. En el caso de la astronáutica la primera etapa correspondería a los sesenta, y la segunda a partir de los setenta del siglo XX. Además, hemos de contar con un contexto en los setenta nada favorable a invertir en el espacio: USA había gastado enormes cantidades de dinero en la Guerra de Vietnam, en 1973 comenzó la Crisis del Petróleo, y la Guerra Fría, impulsora de las gestas espaciales, se había apaciguado durante los gobiernos de Nixon y Carter en América.
    El cohete Saturno V sobre su vehículo de transporte
    Pero hay otro problema fundamental,  que lastra el acceso del hombre al espacio: el coste de llevar cualquier carga a la órbita. Ese problema era secundario en los años sesenta; la hegemonía mundial estaba en juego, y cada golpe de efecto allá arriba compensaba los elevadísimos gastos del Programa Apolo.
     Pero ya a finales de los sesenta ni eso funcionó. Las últimas tres misiones a la Luna fueron canceladas. Y la NASA comenzó a buscar formas de ahorrar costes: como había sobrado material del Programa Apolo, este fue usado para las misiones de la estación orbital Skylab, y el programa conjunto con la URSS Apollo-Soyuz. Al mismo tiempo comenzó a desarrollarse un nuevo vehículo espacial reutilizable y más barato: el Space Shuttle; que pese a sus notables logros -puso en órbita telescopios como el Hubble, o sondas interplanetarias como la Galileo o la Magallanes, por no hablar de su contribución a la construcción de la ISS- nunca consiguió abaratar lo suficiente sus costes; y lo que es peor, sufrió los trágicos accidentes de los transbordadores “Columbia” y “Challenger”.
    Otro efecto colateral del Space Shuttle afectó a los rivales espaciales de los USA, la URSS. El desarrollo del transbordador espacial desató las suspicacias de los dirigentes soviéticos, que veían en él un proyecto eminentemente militar, destinado a bombardear con armas nucleares, transportadas en su bodega, las ciudades rusas. Había que mantener la paridad con los americanos desarrollando su propio Shuttle.
    Los científicos rusos dijeron a sus jefes que era mejor construir un transbordador más pequeño y barato. Pero no les hicieron caso; la URSS tenía, debía desarrollar un vehículo que pudiera mover al menos tanta carga -de armas- como su contrapartida americana. El resultado fue un aparato muy similar al Shuttle en su aspecto exterior , montado en un impresionante cohete llamado “Energía”, el más potente del mundo desde el Saturno V del programa Apolo. Desarrollar ambos fue un costosísimo proyecto que, junto al desmesurado gasto militar soviético, contribuyó al colapso final de la URSS en 1991. Así que a principios de los 90 la carrera espacial se había quedado sin uno de sus competidores, y sin su motivo principal: la Guerra Fría.
    Imagen del transbordador ruso "Buran", antes de
     su primer y único lanzamiento,
    acoplado al cohete impulsor " Energía"
    Empezó entonces la era de cooperación entre Rusia y Estados Unidos. Los transbordadores americanos llevaron repuestos y comida a la estación espacial rusa Mir. Y los rusos contribuyeron a la construcción de la ISS con algunos de sus principales módulos. Sin embargo la exploración humana del espacio fue a paso de tortuga. En 2011, los viejos transbordadores se retiraron, tras completar la construcción de la ISS. Y a partir de entonces, los americanos han tenido que pagar a los rusos para acceder a la estación orbital. Mas que una evolución, la carrera espacial parecía una involución.
    Pero a principios del nuevo siglo entraron otros jugadores en el espacio: las empresas privadas. Inicialmente, se ocuparon de sustituir a los transbordadores en la tarea de llevar carga -no astronautas- a la ISS. Aquí aparece la ahora famosa Space X, del no menos famoso Elon Musk, fundador de Paypal, que empezó mandando repuestos y material a la Estación Espacial Internacional con su cápsula Dragon, pero que ahora también es un peso pesado en la puesta en órbita de satélites comerciales, con más de 20 lanzamientos al año.
    Otro campo donde participan las empresas privadas es el turismo espacial, con compañías como Virgin Galactic o Blue Origin. Esta última se encuentra dirigida por otro magnate de internet, Jeff Bezos, el dueño de Amazon y uno de los hombres más ricos del mundo.
    Tanto Space X como Blue Origin han mostrado su interés en ir más allá y comenzar la colonización del espacio. Pero saben que tienen que enfrentarse al viejo problema de los costes de subir material fuera de la Tierra. Su solución pasa por desarrollar cohetes reutilizables: Space X lo ha conseguido a medias, pues sus lanzadores Falcon pueden recuperar sus primeras etapas , pero no las segundas; Blue Origin sí ha conseguido fabricar un cohete totalmente reutilizable, el New Shepard, pero que sólo tiene capacidad para pequeños vuelos por debajo de la órbita.
    El sugestivo interior de una colonia espacial O'Neill.
    ¿Conseguirán estas empresas su objetivo de un acceso rápido y barato al espacio, que iniciaría la tercera fase de desarrollo de la tecnología espacial, mencionada más arriba, en el segundo párrafo? ¿Podremos ver en un futuro próximo bases en los planetas cercanos, o colonias espaciales como las que especuló el físico Gerald K. O’Neill en los años 70? Es imposible saberlo. Pero la lucha por conseguirlo sigue. Seguimos intentando fugarnos de este mundo manchado, manchado por la mano de una humanidad que no acaba de administrar adecuadamente los recursos de nuestro pequeño planeta.

  • domingo, 23 de diciembre de 2018

  • Elegia a Stan Lee... el hombre, el mito.

    Ha muerto Stan Lee. Ninguna frase puede mostrar mejor la tragedia del momento. Seguro que él, con su habitual verborrea, hubiera descrito de una forma mucho más dramática la situación. Pero nadie es como Stan Lee; yo tampoco.
    No es que nos haya abandonado en la plenitud de su carrera, dejando un montón de historias por contar en el tintero. Ni que se tratara de una noticia inesperada- lamentablemente, la muerte de su esposa el año pasado; y la neumonía que había padecido Stan en este, tras el estreno de la película de “Pantera Negra”, ya nos hacían presagiar lo peor-.Pero eso no evita la sensación de vacío que me invade al saber que, a partir de ahora, el mundo girará sin él.
    Stan Lee en alguno de sus numerosos cameos cinematográficos.
    Comenzó su carrera hace mucho, mucho tiempo, a finales de los años 30. Un familiar suyo, Martin Goodman, dirigía una editorial de comics books llamada Timely, y allí entró como ayudante.
    De aquella, los comics más valorados eran las publicaciones de prensa. Tiras que diariamente, o semanalmente, aparecían en los suplementos de los periódicos: Flash Gordon, Tarzán, El Principe Valiente….. En el mundo del comic-book se jugaba en una liga inferior. Los autores, jóvenes en su mayoría, tenían que mantener un elevadísimo ritmo de producción, dado lo poco que se pagaba por página. Eso explica la increíble velocidad de algunos de ellos, como Jack Kirby, capaces de dibujar varias páginas en un solo día.
    En este mundo Lee fue subiendo escaños con el paso del tiempo. A finales de los 50 ya era uno de los jefes de Atlas, el nombre al que había mudado Timely en esa década. No se trataba de una buena época para los comics book: una ola conservadora acababa de invadir los Estados Unidos, y los tebeos habían tenido que reducir drásticamente la violencia de sus contenidos.
    En esos tiempos Lee guionizaba historias cortas de ciencia ficción y fantasía, muchas de ellas dibujadas por Kirby o Steve Ditko. A Kirby se le daba mejor la ciencia ficción, a Ditko los ambientes tenebrosos o fantásticos. Lee también producía westerns , comics románticos, o lo que fuera. Era un autor todoterreno.
    Pero no era un autor feliz. Estaba harto de un trabajo repetitivo y sin alicientes. El quería escribir libros, libros de verdad, para los que había reservado su verdadero nombre, Stanley Martin Leiber - De aquella, Stan Lee era sólo su pseudónimo para hacer historietas.
    En semejante tesitura, su jefe Martin Goodman le propuso realizar un comic copia de la "Liga de la Justicia" de sus rivales de DC, donde se agruparan varios superhéroes; el colmo de la comercialidad. Decidió en ese momento dejar definitivamente el mundo del comic. Pero su mujer Joan le convenció de que antes de irse hiciese esa última historieta, pero poniendo en ella todo lo que le viniera en gana y le gustase. Total, iba a dejar el mundillo.
    El comic que salió de esa supuesta última colaboracion con Atlas fue el número 1 de "Los 4 Fantásticos", con fecha de noviembre de 1961.
    Los 4 Fantásticos eran los primeros superhéroes que no llevaban máscara, y por tanto sin identidades secretas. A primera vista,  la historia que cuenta este primer número no difiere mucho de los relatos de monstruos que pergueñaba Stan en los 50. Pero se vió con el paso de los números que los 4F tenían discusiones entre ellos, e incluso llegaban a pelearse. Hasta entonces los héroes habían llevado una vida impoluta y perfecta. Stan los bajo a tierra. La Cosa poseía la apariencia de un monstruo, la antorcha humana era un adolescente irritante e impulsivo.... la idea de estos superheroes con defectos y humanizados cuajó. El comic fue un éxito, y Lee ya nunca más pensaría en abandonar este negocio.
    El Thor de Stan Lee y Jack Kirby
     En los siguientes años, Lee profundizó en el concepto de heroes sensibles y con pies de barro; quizás con una prosa demasiado rimbombante, quizás con unos personajes demasiados exagerados, pero siempre con la capacidad de empatizar con el espíritu del lector. En esa época hizo sus mejores obras y las más recordadas.Contó para ello con la colaboración de un grupo excepcional de dibujantes: Jack Kirby, Steve Ditko, John Buscema, Gene Colan, John Romita Sr.... Todos excelentes dibujantes y narradores; y autores, junto a Stan, de algunas de las cumbres del comic de superhéroes.
    A principios de los sesenta Lee guionizaba la inmensa mayoría de los comics de Atlas, ahora llamada por su más conocido nombre de Marvel. El realizar todos estos tebeos, manteniendo siempre a los dibujantes ocupados, forzó la creación del llamado "Método Marvel". En él, Stan daba al dibujante sólo un esquema o resumen del guión, y este desarrollaba el plot con plena libertad para añadir lo que quisiera. Finalmente, Lee ponía los dialogos.
    Un ejemplo de esta forma de trabajo: cuando Lee quiso hacer la primera historia de Galactus, el devorador de mundos -que era una suerte de trasunto de Dios-, su dibujante Kirby creó a un emisario para este,  de apariencia metálica y montado en una especie de tabla de surf que recorría las estrellas. Su porte era majestuoso y frío, pero Stan supo dotarlo a través de los bocadillos de un temperamento meditabundo, dado a la reflexión y la compasión, que haría que acabara traicionando a su amo y poniéndose del lado de los héroes protagonistas. Acababa de nacer Estela Plateada.
    Estela Plateada en una de sus primeras viñetas, arropado por
    la grandilocuente prosa de Lee

    Otro ejemplo: Lee le dijo al  dibujante John Romita Sr. que creara a un nuevo villano llamado Kingpin, algo que en inglés se puede traducir como jefe de la mafia; sin indicarle nada más. Romita le daría su aspecto físico orondo y calvo, y su vestimenta de magnate. Luego el tiempo lo convertiría en uno de los principales villanos Marvel.
    El método Marvel era muy bueno para sacar muchos tebeos al mes. Pero tiene el problema de no permitirnos saber hasta donde llegaba la aportación de Stan, y hasta donde la de sus dibujantes.
    Autores como Kirby y Ditko se han quejado, a menudo, del excesivo crédito que se daba a Lee por los comics que habían realizado juntos. No hay ninguna duda de la gran aportación de estos dibujantes a las historias. Pero también debe indicarse que sus principales obras las hicieron al lado de Stan.
    A Jack Kirby se le recuerda más por Los Cuatro Fantásticos , por Thor y Capitán America -aparte de por crear a multitud de personajes Marvel, todo ello junto a Stan.- ,que por sus posteriores Nuevos Dioses o Eternos, que escribió y dibujó en solitario. Lo mismo sucede con Ditko. Todos tenemos en mente  sus colaboraciones con Lee en Spiderman y en Doctor Extraño, no sus trabajos posteriores en The Creeper o Mr. A.
    Los personajes que guionizó Kirby en solitario hablan como dioses, o su carácter es apenas esbozado en medio de sus continuas aventuras. Los de Ditko pecan de prepotentes, y muchas veces de distantes, dada la influencia en ellos de la filosofía objetivista que el creador de Spiderman seguía; filosofía que puede resumirse en una apología del egoismo.
    Lee atemperaban los arranques individualistas de Peter Parker, y volvía más asequibles a los perfectos héroes acrobáticos de Kirby. Por eso, para el mundo de los sueños de los fans quedará el que Lee colaborara con Kirby en las historias de los Nuevos Dioses, o con Ditko en The Creeper
    Tras la marcha de Jack y Ditko, Stan siguió haciendo obras maestras, como su colaboración con John Romita Sr. en Spiderman, o con Gene Colan en Capitán América; pero con el paso de los años fue retirándose de su labor de guionista a medida que Marvel crecía, y centrándose más en el campo de la animación y el cine, no siempre con el resultado deseado.
    Primera página de un número del
    Capitán América de Lee y Gene Colan.
    Eran otros tiempos, pero Stan a partir de los setenta aún siguió dejándonos obras para el recuerdo; ahí tenemos su colaboración en diversas novelas gráficas de Estela Plateada con algunos grandes autores como John Buscema, John Byrne o incluso el mítico artista francés Moebius; y también la tira de prensa de Spiderman, junto a diversos dibujantes, que ha seguido haciendo hasta el día de su muerte.
    Para terminar, en recientes años la popularidad de Stan creció de nuevo, gracias a sus continuos cameos en las películas del Universo Cinematográfico Marvel.
    Se nos hará difícil aceptar que algún día terminarán esos cameos. Pero es ley de vida. El mundo no se paró al quedarse sin Kirby, o sin el mayor de los Buscema, o sin Ditko y ahora tampoco se parará sin Stan. Pero la magia de sus tebeos sigue. Y seguirá mientras los verdaderos creyentes continuemos acercándonos a ellos. Algo que no esperaban sus autores en los lejanos, y míticos,  años sesenta del siglo pasado, cuando los escribieron y dibujaron sólo para salir adelante en su día a día.

  • viernes, 2 de noviembre de 2018

  • Xerxes, más allá de los 300 espartanos

    Acabo de leer hace poco los cinco números del nuevo comic de Frank Miller, ”Xerxes, la caída de la casa de Darío y el ascenso de Alejandro”, y no puedo negar que me invaden sensaciones contradictorias. Es evidente que nos encontramos ante un autor cansado, o desganado; pero su dibujo aún conserva la suficiente fuerza, y sus diálogos la suficiente garra, como para que la obra todavía deje huella en el lector.
    Portada del n°4
    “Xerxes” podría considerarse una suerte de secuela/precuela de “300”; ese título especialmente conocido de Miller, gracias a su popular adaptación cinematográfica de 2006. Pero si en “300” la historia se concentra fundamentalmente en el año 480 A.C., narrando, de una forma no muy fiel a la historia, lo acontecido durante la Batalla de Las Termópilas entre los 300 soldados espartanos y el ejército persa del rey Xerxes;  “Xerxes” se expande durante un dilatado período de tiempo: entre el 499 A.C. , con la rebelión de las ciudades jónicas contra el Imperio Persa, y el 330 A.C. , cuando el último Gran Rey persa, Darío III, es asesinado por uno de sus cortesanos y enterrado por su viejo rival, el mítico Alejandro Magno.
    En esta obra, como en su predecesora, no se busca la verosimilitud histórica, sacrificada en aras de la espectacularidad y el  impacto visual. Tales cualidades sólo consiguen volver más irreal el relato: La apariencia barroca de Xerxes y Darío III está totalmente apartada de los datos históricos, y nos remiten antes al Carnaval de Río, que a la vestimenta de un rey de la Edad Antigua. En el comic Darío I , el padre de Xerxes, muere atravesado por una lanza escita, arrojada por el dramaturgo Esquilo a las puertas de Atenas; en realidad Darío nunca llegó a pisar Grecia durante esa campaña. También resulta perturbador ver en una viñeta a un soldado griego espiando a sus enemigos con una especie de catalejo, unos dos mil años antes de su invención.
    Todos estos detalles se perdonan, sin embargo, ante la poderosa narración de Miller, que consigue evocar la gloria pasada de Grecia y el Imperio Persa. Lástima que los dibujos no estén cuidados y, hasta cierto punto, parezcan caricaturescos. Se hace extraño comparar estas páginas con las que dibujaba Miller en sus tiempos de esplendor allá por los 80. Pero en los 80 él era un joven con ganas de innovar, no un hombre enfermo y prematuramente envejecido, tal y como muestran sus fotografías actuales.
    Frank Miller
     Al descuido de las viñetas hay que añadir que a partir del tercer número la historia parece no saber a donde ir: Xerxes es asesinado, pero a continuación se hace un salto atrás en el tiempo para contarnos el relato bíblico de su matrimonio con la judía Ester. Tras esto, tiene lugar otro salto de 150 años al futuro para narrar las batallas entre Darío III y Alejandro Magno; batallas que son una sucesión de splash pages, la mayoría sin texto, y no especialmente elaboradas a nivel gráfico, pero que evocan perfectamente la brutalidad y el colosalismo de combates legendarios como  Issos o Gaugamela.
    Otro detalle desconcertante de la obra es que, aunque el nombre de Xerxes aparece en su título, este no hace acto de presencia hasta mediados de su segundo número, muere en el tercero y apenas se le menciona en el cuarto y el quinto. Cierto que Darío III tiene un aspecto calcado a su lejano predecesor, así como Alejandro Magno me recuerda más al Leónidas de “300” que al joven imberbe de los libros de historia. Quizás estemos viendo aquí una inversión de los roles de la batalla de las Termópilas, con los griegos invadiendo ahora Persia. O quizás no.
    En todo caso esta obra deja una sensación semejante a la de los comics de Jack Kirby de los años setenta y ochenta: la de encontrarnos ante un autor en decadencia, pero que conoce su oficio, y que aún retiene el talento suficiente para hacer impactantes sus cada vez más descuidadas viñetas. Resulta curioso recordar que uno de los autores admirados por Frank Miller, aparte del más conocido Will Eisner, sea el propio Kirby.
    Una de las habituales dobles páginas de las batallas de "Xerxes"
    En fin, para terminar y yendo al grano ¿Merece la pena leer “Xerxes, la caída de la casa de Darío y el ascenso de Alejandro”, pese a sus evidentes carencias? Mi respuesta no puede ser más que un rotundo sí. Quien tuvo, retuvo. Y Frank Miller resulta un perfecto ejemplo ello. “Xerxes” puede gustar o no, pero su lectura, desde luego, no dejará indiferente a nadie.
    P.D. : Aunque la película “300: El origen de un imperio”, toma algunos elementos de los dos primeros números de “Xerxes”, el parecido queda en eso. Lamentablemente, el personaje de la reina Artemisia no sale en el comic.

  • sábado, 24 de marzo de 2018

  • Monstruos y robots: los precursores de "Pacífica Rim"

    En marzo de 2018 tenemos la posibilidad de disfrutar en cines de la segunda entrega de la saga de “Pacífic Rim”; aunque sea, lamentablemente, sin el director Guillermo del Toro tras  sus cámaras. Si algo caracteriza a esta serie de películas son dos elementos fundamentales: los robots y los monstruos gigantes.  Elementos que  han venido apareciendo en el cine y el cómic desde hace mucho tiempo, especialmente en Japón.
    Los robots gigantes son una marca distintiva del manga nipón. Ya el Padre del Manga, Osamu Tezuka,  los utilizó  como rivales de su creación más famosa,  el niño robot Astroboy. También por esa época -años 50- apareció Tetsujin 28, creado en la ficción  por un científico japonés durante la II Guerra Mundial, y en el mundo real por el dibujante Mitsuteru Yokoyama.  Tetsujin es un robot gigante dirigido por control remoto, en vez de ser pilotado desde una cabina en su interior como los robots de “Pacífic Rim”. Esto propiciará el recurso dramático de que Tetsujin será bueno o malo según quien maneje sus controles.  Generalmente, estos están  en manos del joven detective Shotaro Kaneda,  cuyo nombre inspiraría el del protagonista de “Akira”, uno de los mangas y animes más famosos de todos los tiempos.
    Tetsujin 28 y Shotaro Kaneda,  pioneros 
    del género de los robots gigantes
    Sin embargo,  la popularidad de Tetsujin sería eclipsada por la de otro robot más imponente surgido en la década de los 70: el mítico Mazinger Z. Aquí, el piloto Koji Kabuto ya pelea desde la cabeza del robot,  a la que accede mediante un pequeño planeador que se acopla sobre ella. El manga , y su posterior serie de animación,  eran visualmente impactantes;  y no escatimaban un ápice a la hora de ofrecer violencia y cierto erotismo como reclamo.  Mazinger abrió la puerta a un innumerable grupo de series que giraban entorno a robots gigantes, normalmente pilotados por jóvenes rebeldes y problemáticos, con los que podía identificarse fácilmente el público adolescente. Incluso a los propios Estados Unidos llegó la moda de los robots,  y la editorial de superhéroes Marvel sacó  su versión autóctona,  la serie “Shogun Warriors”.
    Mientras,  en Japón,  Go Nagai, el creador de Mazinger,  fue publicando sucesivas actualizaciones de la historia de su criatura más famosa: “God Mazinger”, “Mazin Saga”, “Mazinkaiser”….. con unos diseños del robot protagonista progresivamente más barrocos. Pero frente a esta forma de tratar el manga de robots gigantes, o “mechas”,  otros autores prefirieron un acercamiento más realista,  con robots mas pequeños y tramas y personajes más elaborados que el guaperas piloto del robot de turno destrozando robots malvados.  Este sería el caso de las distintas sagas de anime “Gundam”, que empezaron en 1979, o “Macross”, que hicieron lo propio a partir de 1982. Aparte de presentar historias  maduras, e intentar saltarse menos las leyes físicas, ofrecían protagonistas con transfondo,  y sobre todo con una distinción entre buenos y malos mucho más difusa. Los diseños tecnológicos eran también más modernos y atractivos visualmente.
    Mazinkaiser,  el Mazinger más heavy
    Ya a mediados de los 90 esta tendencia alcanzaría su punto álgido en la serie “Evangelion”: Trama compleja,  personajes desquiciados, mechas de innovador diseño, y dos capítulos finales incomprensibles,  que se pueden ver de atrás para adelante, y de adelante para atrás consiguiendo entender lo mismo. Fue todo un éxito, y es la serie anime que probablemente más haya influido en “Pacífic Rim” , con una historia que guarda muchas similitudes, al menos en sus comienzos.
    Hasta aquí  los robots.  Ahora hablemos del otro elemento importante en “Pacífic Rim”: los monstruos; o “kaijus”. Kaiju en japonés significa bestia gigante.  Y suele utilizarse para referirse a los grandes monstruos que protagonizan las películas del género tokusatsu.  El primero,  y más famoso, de los kaijus japoneses ha sido siempre Godzilla.  Godzilla apareció en el cine por primera vez en 1954, cuando ni siquiera habían transcurrido diez años de las explosiones nucleares de Hiroshima y Nagasaki.  Por ese motivo,  muchas veces se ha visto como la encarnación del miedo al terror nuclear.  Es un dinosaurio gigante que,  entre sus múltiples habilidades,  posee la de lanzar su abrasador aliento atómico, o sus contundentes golpes de cola.  El personaje ha variado a lo largo del tiempo,  siendo más o menos afín a los seres humanos,  y contando sus historias con un mayor o menor grado de infantilismo; aunque siempre con los hándicap de unos efectos especiales, deficientes, que nos recuerdan a cada momento que el monstruo se mueve entre maquetas,  y de que es en realidad solo un actor enfundado en un traje de goma.
    Ya desde su segunda película Godzilla se enfrentó a otros monstruos. Siendo el segundo de dichos enemigos el mismísimo King Kong,  en la exitosísima “Godzilla Vs King Kong”, de 1963; película que vemos hoy en día con sonrojo por sus lamentables efectos especiales, y el espantoso disfraz usado para el actor que interpretaba a King Kong.  Otros rivales de Godzilla han sido el monstruo de tres cabezas King Gidorah,  o la tortuga gigante Gamera.  Algunos de estos monstruos alcanzaron la fama suficiente para protagonizar sus propias películas.
    Godzilla dedicándose a destruir Japón.

    Godzilla también ha realizado incursiones en el cine americano,  con una versión del personaje en 1998 y otra en 2014. Especialmente poco convincente para los japoneses fue la versión de 1998, en la que Godzilla se parecía más a un dinosaurio de las películas de Parque Jurásico , que al entrañable monstruo original. Hasta tal punto llegó su rechazo que en la película de 2004 “Godzilla: Final Wars” se enfrentaron la versión japonesa y la de Estados Unidos,  siendo la segunda humillantemente derrotada por la primera en pocos segundos. Más interesante ha sido la versión de 2014, de la que hay planeada una secuela,  y también un nuevo enfrentamiento contra una de sus nemesis más famosas: el King Kong con el que ya luchó en los sesenta.
    Habrá que ver que resultados ofrecen .

  • Vuelve Tomb Raider con Lara Croft a tope.

    Esta semana le toca a una de mis películas que más me han gustado siendo adolescente en el  cine LARA CROFT basado en los videojuegos del mismo nombre. Tomb Raider.
    Esta semana se estrena  la tercera peli de Tomb Raider un reboot y de ahí que hablo de sus anteriores pelis protagonizadas por  Angelina Joli.

    LARA CROFT: TOMB RAIDER (2001)
    Miembro de una rica familia aristocrática británica, Lara Croft se dedica a la búsqueda de tesoros de valor arqueológico al igual que su difunto padre. Experta en la lucha cuerpo a cuerpo, en armas y dominio de varios idiomas, emprenderá la búsqueda del "triángulo de la luz", un antiguo talismán que permite a quien lo posea dominar el tiempo.




    LARA CROFT: TOMB RAIDER LA CUNA DE LA VIDA (2003)
    Los invitados a una boda se divierten en la isla griega de Santorini cuando súbitamente se desencadena un terremoto, que revela la existencia de un templo submarino construido por Alejandro Magno para guardar sus más preciados tesoros. Lara Croft  acude la isla y después de demostrar su pericia con las motos acuáticas encuentra un orbe brillante en el templo. Poco después de coger el orbe, un grupo de asesinos comandados por Chen Lo matan a los compañeros de Croft y se lo arrebatan. El MI6 británico contacta con Lara para informarle de que el experto en armas biológicas Jonathan Reiss quiere el orbe ya que este contiene un mapa que señala el lugar donde está la Caja de Pandora, un objeto legendario que contiene todas las plagas del mundo, y de las intenciones de Chen Lo de vendérselo.

    Aquí os dejo este post disculpad las molestias

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